por Elisa Bustin Gil
Con la actual facilidad para compartir información, la primera vez que oí algo sobre José Luis Parise fue a través de un vídeo de youtube que me envió una amiga. Hasta ese momento, mi costumbre de hacer varias cosas al mismo tiempo me llevaba a escuchar algún vídeo sobre meditación, alimentación o el capítulo de alguna serie mientras comía. Cuando conecté con el vídeo de JL, me daba cuenta que a intervalos tenía que volver atrás porque me había perdido. ¿Quién era este tipo? Algo dentro de mí me invitaba a prestarle toda mi atención. ¡Qué raro! Estoy perdiendo facultades de concentración simultánea… Un pensamiento totalmente alejado de la realidad, pues lo que ocurría es que por fin alguien hablaba de lo fundamental, sin andarse con tontadas, y no estaba acostumbrada a escuchar la verdad. Pero mi corazón la ansiaba, porque no apagué el vídeo, sino que paré de comer.
Pero seguía sin saber quién era este señor argentino… ¿Qué hace? ¿Qué enseña? ¿Dónde? Ni idea… pero un impulso dentro me decía “¡adelante!”… Ese mismo impulso al que siempre que he tenido el valor de Escuchar ha creado maravillas en mi vida… Así que, Google mediante, encontré información sobre él.
Resulta que había creado una escuela hacía ya décadas, y que era psicoanalista, lo que por mi formación como Psicóloga siempre me llamó el interés. ¡Genial! Y ahora, ¿cómo podía contactar con él?… Seguí buscando, y con la suerte que me caracteriza, “coincidió” que ¡el próximo Plenario era en Barcelona en un par de meses! Genial, porque ir a Argentina habría sido algo más complicado de entrada. Estaba emocionadísima. Y con tanto entusiasmo, corría el riesgo de hacer castillos en el aire, que con frecuencia se caen. ¿Por qué? Pues porque aunque suelo tener bastante suerte, siempre hay un punto en que la suerte desaparece y todo se derrumba.
Leyendo mi historia lo entenderéis.
Así que mi viaje a Barcelona pintaba muy bien en todo lo que yo había considerado y que tenía bajo control. Pero como sólo controlé lo conocido, lo desconocido se descontroló.
Todo lo que suele ser difícil, pero que con suerte logro, fue fácil para mí: logré disponibilidad en el trabajo, dinero para los billetes, alojamiento gratuito, etc. Pero no calculé lo que aprendí en física básica: “Ante toda acción hay una reacción de igual intensidad y sentido opuesto”. Mucha debió de ser la energía que detoné con mi deseo de estar en Barcelona, ¡pues lo que se detonó en contra fue de órdago! Cuando llegué a la estación de tren, no podía creer lo que estaba viendo: “Por huelga de ferroviarios, se cancelan los siguientes viajes: Alicante-Barcelona, y otros”. Casi me da un patatús. Jamás me había ocurrido algo así.
Dicen que cuando todo se desmorona a tu alrededor y tú sigues como si nada, es que no has captado la magnitud de lo que ocurre. Yo siempre he creido que ese es el momento de hacer maravillas. Así que me centré y actué.
Fila y paciencia mediante, puse la reclamación correspondiente y valoré las opciones que había. Eran pocas y cualquier otro tren o autobús llegaría a Barcelona una vez iniciado el Plenario, y yo había decidido disfrutarlo entero. Así que rápidamente busqué los emails para avisar de lo sucedido, y encontré un número de teléfono. No rezaba el cartel “Emergencia” de milagro. “Por favor que me respondan, he de avisar cuanto antes”, pensaba mientras oía los tonos del teléfono. Pude hablar con una chica muy amable, que me indicó qué hacer, qué conexión necesitaba y a quién informar de mi cambio de “butaca” de presencial a online. Sí, habéis leído bien, aquello que yo no tuve en cuenta, JL en su organización lo tenía previsto: preveer los imprevistos y tener soluciones disponibles. Luego entendería que eso forma parte de Aplicar el Método que él me enseña.
Ahora tenía la plaza asegurada, pero tenía otro obstáculo: ¿desde dónde me conectaba a la sala? Pues en mi casa no tenía conexión a internet. Ufff… otro escalón… Vamos Elisa, no te rindas cuando además te tienden la mano desde el siguiente peldaño…
De lo que ya había recorrido escuchando a JL sabía que se trataba de una esfinge tras otra, que comprobaban si yo realmente deseaba estar ahí. Eso me ayudó a mantener la calma en medio de
la tormenta y enfado.
Las ideas me bullían y llegaban las soluciones “por casualidad” a mi mente. Ya está: En casa
de mi pareja sí había conexión adecuada. Le consulté: ¡vía libre todo el finde!… ¿O no?
En esa casa hay siempre unos tres o cuatro ordenadores conectados constantemente (sin
fibra óptica) y ahora yo sumaba uno más… ¿Qué podía hacer?
Lo único que se me ocurrió (y ahora valoro lo más Sagrado) fue nombrar mi deseo: “Desde las 9am de España del sábado 23 de noviembre de 2013 hasta las 24h del domingo 24 de noviembre de 2013, disfruto de una conexión estable gracias a la que recorro el Plenario sin interrupciones en la red”.
¿Qué pasó? Pues qué va a pasar… Exactamente lo que nombré: la red fue estable todo el fin de semana en el cuarto más alejado del routter. Pero las interrupciones fueron de otra índole. Otra vez lo imprevisto en juego… O jugándome el juego… Ya no sabía si yo jugaba o si era la pelota en juego…
Mi pareja, en la misma habitación, tenía una jaqueca descomunal. Y claro, la buena en mí tenía que preocuparse por él (cuando él sólo me pidió que le dejara dormir). “¿Qué raro?” pensé, “justo hoy va y le da la jaqueca, como a mi madre cuando había que ir de fiesta…”. Mientras pensaba esto, tenía el cerebro partido: ser buena cuidadora, JL iniciando el Plenario y recordando a mi madre por otro lado.
Como por arte de Magia, tomé conciencia de lo que estaba diciendo… Sí, lo habéis entendido… Me desvinculé de la situación y nombré lo que pasaba… La clave…
Y de repente, como siempre me pasa cuando habla JL que parece que me esté hablando directamente a mí, nombró la lógica de la esfinge, de los obstáculos, y me di cuenta que ya no había obstáculos afuera, sino en mis emociones.
Sí, genial, ya sabía qué pasaba… ¿¡Y la solución JL!?
Pues también me la dió… Siente lo que quieres sentir (Paso 3).
¿Y por qué no? Ya lo había hecho cuando dejé a aquel chico que sólo me daba problemas,
sólo me tuve que convencer de los males que traía a mi vida.
No es que ahora fuera más fácil, pero gracias a qué obstáculo me dividía y me frenaba, me centré en lo que sí quería: aprender a lograr lo que deseo sin depender de otro. Y JL me estaba mostrando el Método a seguir, paso a paso.
Pensé… “Ok, este tío sabe lo que hace, ¡porque lo vive!”
Con todo esto, imagino que os preguntaréis qué pasó después… Pues depende del después. En el más inmediato, y siempre que hago lo que yo quiero hacer, todos ganamos: disfruté del Plenario, mi novio descansó más y mejor al no darle la tabarra, y principalmente, encontré lo que llevaba buscando toda mi vida…
El “después” menos inmediato tiene su propio recorrido, pues ¿qué os creéis? ¿Que todo fue felicidad para siempre y que comí perdices? Pues no… La escalera es infinita, y yo quería subir más arriba. Así que el siguiente Plenario logré estar en persona. Y al tercero me marqué un desafío mayor: compartir mi Viaje con compañeros que también fueran a Barcelona.
Obviamente que lo caminado ya estaba guardado en el disco duro como algo posible para mí. Pero ante un nuevo escalón, hay muchas posibilidades de tropezar, olvidar los cordones desatados, dar un paso pequeño…
Logré contactar con compañeros, logré alquilar un piso con ellos, con todo lo que eso implica (dinero del alquiler, los billetes, la comida, horas de viaje, etc.).
Y si mi mente y emociones estaban en sintonía, no había freno posible… ¡Ja, pues sí, lo hubo! Faltaba lo más importante, que ahora descubriréis.
El trayecto de ida a Barcelona fue pintoresco… ¿por qué? Pues porque cuando creemos que ya está todo bajo control, bajamos la guardia, y cualquier cosita nos despista… un cartel “mal indicado”, “llegar a otra ciudad”, encontrarme con la guardia civil y un regalito por su parte pidiéndome 200€ de multa… En fin, que todos tenemos un pequeño new age dentro que decide seguir señales, cuando realmente las señales son indicadores, no la brújula. Olvidé mi brújula,
olvidé decir mi deseo claramente, y quedó en una nube mental por culpa de la cual me perdí, no recuerdo cuántas veces, hasta llegar a Barcelona. Lo que yo creía clarísimo en mi mente, solo era Caos de la Idea.
Sin darme cuenta de lo que no había pronunciado, en lugar de Ordenar con mi Palabra, llegué a Barcelona a “fuerza” de voluntad, así que me quedaba poca de esa fuerza para el fin de semana. Y eso es algo que mi ego no iba a desaprovechar…
Me pasó todo lo que más odio: jaqueca, ataque de alergia, afonía… y un sinfin de síntomas desagradables, de esos que te dan ganas de quedarte sola en una habitación hasta curarte o morirte. Lo que llegue antes. De hecho, hay veces que la muerte pasa de largo, no sea que le quiten el trabajo…
Y seguí así tocando cada vez más fondo, porque en vez de ser yo quien ordenaba los Pasos de la Magia, fue mi ego el que tomó las riendas del carruaje, caballos desbocados incluidos.
La verdad es que no se me ocurrió solución alguna, o sea, que no se me ocurrió poner en palabras qué me estaba ocurriendo, estando cada vez peor físicamente. Ante lo externo negocio, cambio los planes, etc. Pero cuando tu cuerpo se ataca a sí mismo… Ostras, eso es muy doloroso… Algo prefiere morir antes de seguir adelante… ¿O es que ese algo debe morir?
El caso es que aunque no tenía (más bien no recordaba) solución ni pastilla a mano, sí tenía claro lo que no iba a permitirme: yo no me freno ante alguien que me ataca, aunque sea mi cuerpo. Tuve que hartarme de la situación para ponerme las pilas. Quizá porque soy de Aragón y dicen que somos cabezones, afirmación altamente cierta, me empeñé en lo que sí quería y seguí una estrategia que en Artes Marciales siempre me ha funcionado: negociar con mi cuerpo. ¡Anda, la negociación también puede ser hacia dentro! Le dije claramente: “mira, esta noche yo voy a compartirla y disfrutarla con mis compañeros, y mañana voy a estar en el Plenario disfrutando de lo que JL me brinde, por las buenas o por las malas, tú eliges…”
Sinceramente, me arrepiento de haberle dado a elegir… Culpa mía…
Incluso con estas condiciones, yo ya estaba tomando posición ante lo que sí quería, ¡¡y lo estaba nombrando!! (Paso 2). Empezaba desde cero dispuesta a dirigir yo el carruaje. ¡Vaya diferencia! Por fin yo jugaba el juego y no era pelota mareada.
Aún sin saber aplicar todo lo que JL nos enseña del Método perfectamente, generé la mínima diferencia positiva suficiente para lograr lo que yo deseaba, pues mi firmeza hizo que mi cuerpo cediera a mi propósito y conforme charlamos entre compañeros la noche previa al Plenario, dando y recibiendo, escuchando y siendo escuchada, emocionada por lo que estaba viviendo (Paso 3), mi reacción alérgica fue disminuyendo (sin pastilla).
Iba por buen camino (Paso 4).
Me di cuenta que siempre he realizado mi combate (Paso 5) cuando ya estaba todo perdido, dedicando demasiado esfuerzo a lograr las cosas, haciéndolas por pura cabezonería.
Recordé que mi actitud en los campeonatos de Artes Marciales siempre había determinado mi victoria o no, incluso había oído a algún árbitro decir: “la pequeña esa tiene algo distinto”.
Y entonces comprendí que debo jugar mi Combate mucho antes, iniciando cualquier cuestión desde donde yo decido (Arranque Bifásico).
De todos modos, ganar una batalla no es ganar la guerra, es solo un escalón hacia la siguiente conquista. ¿Que por qué lo digo? Porque esa noche el infierno decidió dormir en mi garganta… ¿Y quién no durmió? Yo, claro.
Ni contemplaba echarme atrás, así que me di una buena ducha, de esas que valen por unas cuantas horas de sueño. Y recurrí a todo lo que guardo para emergencias: té, café y chocolate para mantenerme despierta. Cargué mi bolso con agua, y comida ligera para no facilitar el sueño, y me dirigi hacia el hotel donde se celebraba el Plenario.
¡¡¡Wow!!! Magia pura al cruzar el umbral… Por fin me reencontraba compañeros que veo cada semana, pero que abrazo sólo en los Plenarios.
Abrazos, chistes, risas, y esa mirada especial que anticipa lo que va a ocurrir, ojos brillantes que ven
lo que el Momento esconde…
Y el Momento se acercaba… Todo lo que ya había vivido en este viaje, y ahora empezaba
otro Viaje… aún más profundo, hasta el centro de mí misma. ¡¡Recorrer en diez horas miles de años de sabiduría!! Con una sensación desbordante en mí, entró JL en la sala, impregnándonos con el aire que lo caracteriza: pasión por lo que vive, idéntico a lo que enseña, coherencia total, un raudal de energía que nos contagia. El triunfo de quien conoce que lo que dirá cambiará nuestras vidas, la esperanza de que nos impregnemos de la Magia de vivir desde un lugar diferente y la humildad de haber recorrido el mismo camino. Explotamos en un aplauso de oro, un aplauso por estar juntos, por reencontrarnos, quién sabe desde cuándo…
Las primeras horas fueron genial, pues no hay cuerpo que no cargue las pilas con tanta alegría junta. Pero el ego es resistente…, que no es que sea malo… lo malo es que no distingue qué resistir y qué no.
Por ello, y una vez más, cuando creía que ya lo tenía bajo control, comenzó a darme el sueño. ¿Qué quién me lo dio? El “resistente”, claro… Sus regalos son muy extraños…
Empecé a beber agua, despertándome a sorbitos, y que me daba ganas de ir al lavabo, evitando dormir. Pero algo en mí ganó este combate por un par de segundos… No resistí y cerré los ojos escocidos… y entonces…
¡Pum! ¡Alguien me golpeó la espalda! ¿Quién ha sido?
¿Atrás?
No, demasiado lejos.
¿Al lado?
No, la taquígrafa.
¡¿Quién?! Sin rastro…
¡¿Qué había pasado?! De repente era como estar conectada a la corriente eléctrica, así que con tanta Energía a mi disposición (Paso 6), en vez de perderme en diatribas sobre qué pasó, aproveché el tirón y mantuve mis ojos como platos y mis orejas como bandejas.
¿Que qué fue ese “golpe” del destino? NI-I-DE-A… Pero fue de lo más oportuno, porque justo cuando decaía, me ayudó a estar más despierta y atenta.
Se me ocurre que, ya que durante todo el viaje cada decisión que hice fue a favor de seguir adelante sin rendirme, esto fue la Gran Señal (Paso 7) confirmatoria de mi determinación a vivir y actuar de una forma nueva.
¿Dicen que los Dioses favorecen a los valientes? ¡Yo doy Fe! Con la batalla que libré durante todo el viaje, me puedo considerar atendida por ellos.
Tuve que enviar el mensaje en cada acto, a cada Paso: nombrarlo, vivirlo, sostenerlo… Lancé un mensaje alto y claro, que convenció al Universo de que yo deseo otra cosa (Paso 8), ¡que decido recorrer mi camino desde otro lugar!
Y esa chispa hasta entonces dormida en mí, se activó desplegando una fuerza primaria de protección (Paso 9). Me apartó del sueño, respetando mi deseo, respetando mi nuevo Desde Donde.
Fue entonces que recordé un cuento indígena americano que leí tiempo atrás…
Cuentan los Ancianos que un antiguo indio Cherokee dijo a su nieto: “Hijo mío, dentro cada uno de nosotros hay una batalla entre dos lobos.
Uno es Malvado: es la ira, la envidia, el resentimiento, la inferioridad, las mentiras y el ego.
El otro es Benévolo: es la dicha, la paz, el amor, la esperanza, la humildad, la bondad, la empatía, la verdad.
El niño pensó un poco y preguntó: “Abuelo, ¿qué lobo gana?”. El anciano respondió: “El que alimentas”.
Siempre creí que el lobo del mal consistía en ser mala persona, criticar, juzgar, etc., y que el lobo del bien era lo contrario: ser bondadosa, atender a los demás…
Pero cuando puse todas las fichas juntas me di cuenta que pensando así, había estado haciendo lo contrario de lo que quería. Yo había asociado al lobo Benévolo con ser “buena hija, hacer lo que se esperaba de mí, lo que me enseñaron, lo establecido”…
Y ahora veía que con esta forma de pensar me había creado alrededor un círculo que me limitaba a pensar y sentir lo “esperado”.
La auténtica bondad no te pone límites, sino que te propulsa a explorarlos y sobrepasarlos. Entonces el razonamiento cayó por su propio peso: ¡el lobo del mal eran mis límites! Con cada pensamiento, palabra y acción a favor de lo conocido, había dado un pedazo de carne al lobo del mal y se lo había quitado al del bien. Me había mantenido siempre dentro del mismo círculo, dejando a este lobo ser dueño y señor de mi vida.
Pero en este Viaje hice todo lo contrario, lo inesperado, pues cual Bilbo Bolsón1 me lancé a la aventura por puro placer. Por puras ganas de compartir mi camino viajé a Barcelona, conviví con compañeros, disfruté un Plenario en persona y recorrí la Milenaria Enseñanza. Salí de mi choza y fui al bosque a alimentar al lobo del bien. Tan buena fue la ración que le di que, hambriento como estaba, defendió con celo el territorio ganado, y en el momento en que mis fuerzas fallaron, me asistió despertándome con el “golpe” misterioso.
Hay quien dice que esto son solo locuras… Lo cierto es que gracias a todo lo que sí hice y a todo lo que no me permití repetir, viví el Plenario al igual que recorro cada día mi vida (Paso 10). Estas LoCuras Mágicas sanan mi vida.
Gracias a moverme del asiento y no conformarme con mis castillos en el aire, aprendí dos cosas fundamentales en este Viaje. Una, que es posible ir más allá de los límites. Dos, que para ir más allá de mis límites tengo que conocerlos. Así que… ¡oh sorpresa: ambos lobos son necesarios! Además, ¿quién quiere tener sólo un lobo cuando puede tener dos?
Ante mí se abrió un camino infinito, lleno de aventuras personales donde cada día descubro que el Combate Interior no cesa jamás… Donde hay días más fáciles que otros, cuya diferencia solo depende de mí. Es mi posición ante lo que me encuentro la que determina mi victoria, la gloria de conquistar mi reino interior…
…o no.
Os preguntaréis dónde está el paso 11…
Siempre en juego, siempre en pie, en cada decisión, en cada palabra, en cada emoción… Así que cuando juegues tu Combate, recuerda que los Dioses sonríen a los valientes… Y entonces entra, Guerrer@, que la Mesa está servida…
“La verdadera Victoria es Vencerte a Ti mismo, Aquí y Ahora”. Osensei Morihei Ueshiba
“Tan flexible como un sauce, tan sólido como el monte Tai”. Miyagi Chojun Sensei
1Bilbo Bolsón: Léase “El Hobbit”, donde el personaje Bilbo Bolsón es un Hobbit demasiado acomodado a sus costumbres y las de sus antepasados. Gracias al Mago Gandalf se embarca en una aventura que cambiará su vida para siempre.