Hacía muy poquito tiempo me había incluido en los grupos de estudio, y si bien casi todo lo que ahí ocurría era para mi un mundo desconocido -pues en nada se parecen a lo que llamamos “estudio” en la sociedad actual-, me desconcerté más aún cuando JL propuso que leyéramos “Una Temporada con Lacan”.

Sabía, porque ya desde ese entonces figuraba todo ese contenido en nuestra página, que hacía varios años se habían trabajado textos de pacientes de Lacan, e incluso se habían estudiado y analizado casos de Análisis de él, pero jamás se me había ocurrido que fuera posible trabajar desde Método un libro escrito en el pasado -muuuchos años antes- y sobre algo que parece tan trivial como un paciente hablando de quien fue su analista.

En ese entonces, no conocía algunos secretos que ahora sí conozco: todo acto de la vida es analizable -es decir, interpretable desde el psicoanálisis- y más aún si ese acto es dedicado al analista.

Pero sobre lo ya bastante particular que era la invitación, JL tuvo una idea tan genial como exótica que sería la semilla de lo que para nosotros es hoy moneda corriente: en la Reunión en donde trabajaríamos el libro íbamos a participar lógicamente los Compañeros de Argentina y también se conectarían, vía internet, unos cuántos Compañeros de Europa y Latinoamérica.

Cabe aclarar que esto tuvo lugar en épocas donde todavía las redes sociales prácticamente no existían y menos aún teleconferencias internacionales de esa índole que aún hoy son difíciles de encontrar, pues nuestra Escuela es visionaria también en materia de conexiones internacionales. Esto en sí mismo significó además un límite a atravesar para quienes se ocupan des las cuestiones técnicas en la Escuela, pues no hay “no se puede”, “no existe” que sea fácilmente aceptado, ya que precisamente la Enseñanza es para trascender los “no sé”, “no puedo”, “no tengo” y “no debo”.

Nos reunimos un sábado de invierno en “La Sutil” -una quinta que JL y Marcela ponen a disposición de los integrantes de la Escuela para realizar distintas actividades-, preparamos unos cuantos litros de café, mate, té y cosas ricas para compartir. Por supuesto que ya todos habíamos comprado y leído nuestro libro.

Cuando JL llegó a la gran mesa que habíamos armado nos dijo: “Escucho”. Primero con timidez, y luego con más soltura cada uno de nosotros fue diciendo con mayor o menor rigurosidad lo que había comprendido, analizado, entendido y sobre todo leído Metódicamente sobre lo que Pierre Rey contaba en ese libro.

Luego de Escucharnos largamente, JL hizo un desarrollo tan exhaustivo como brillante de los distintos pasos, avances, retrocesos,  que Pierre Rey había atravesado en distintos momentos de su análisis, pues todo se traslucía perfectamente en lo escrito.

En más de una oportunidad, nos descostillamos de la risa y en otros momentos brotaban lágrimas de los ojos de varios de nosotros, pues mucho de lo que Pierre Rey contaba desde su lugar de analizante -no confundir: el analizante es quien pide el análisis- a nosotros nos sonaba absolutamente familiar y algunas cuestiones podrían haber sido perfectamente escritas por nosotros.

JL también en cada cuestión iba explicándonos desde su lugar de analista el porqué de determinadas decisiones tomadas por aquél JL -Jacques Lacan-, el motivo de tales o cuáles operatorias, incluso aquellas que al ego le parecían traídas de los pelos y hasta incluso “injustas”, pero que tenían su perfecta argumentación desde un análisis llevado a cabo seriamente.

Me sorprendió en aquel momento y me sorprende y maravilla todavía hoy, que con nuestras herramientas de Enseñanza nos es posible abarcar cuestiones tan específicas y enormes y a la vez tan desconocidas aún para quienes se dicen estudiosos de Lacan.

Pudimos leer por ejemplo el esquema pulsional de Pierre Rey, la escena fantasmática en la cuál su psiquismo estaba atrapado, así como también responder a una pregunta más que clave en cualquier caso de Análisis ¿había llegado Pierre Rey a un fin de Análisis o lo había abandonado?

Sin responder la pregunta para darles la oportunidad de que lo piensen ustedes -aunque me encantaría contarles cómo quedó la tapa de mi libro luego de que JL le agregara una “intervención” escrita en tinta de su puño y letra y con eso la pregunta queda respondida-, les cuento que todo esto no tuvo siquiera un sesgo de aburrido o solemne, pues mientras hablábamos de temas que requerían de toda nuestra concentración, aprovechábamos para hacer bromas, degustar puros y hasta saborear un exquisito vino llegado el mediodía.

 

Carolina Malatini