Es difícil creer que ese día llegara… pero llegó. Y a diferencia de lo que se hace convencionalmente para despedir a alguien que desencarnó, ya desde el inicio mismo del Ritual, JL y Marcela se habían encargado de preparar un encuentro muy especial con los más íntimos familiares y más íntimos de quienes conformamos el grupo que hemos compartido mucho años de Recorrido, Viajes de Enseñanza, Momentos y mucha Vida junto a Oiga B. (sí, no me equivoqué, le dije Oiga… como le gustaba llamarse para resaltar la importancia de Escuchar más allá de sus impedimentos auditivos).
Algo que me llamó poderosamente la atención del Momento Ritual, en que estábamos reunidos en ronda, al lado del Árbol representativo de Oiga y donde decidió Ella ubicarse, es que se hizo presente ante las conmovedoras Palabras de su Aliado de Su Maestro, Analista y Gran Aliado de Kamino, JL, y de Marcela, su Enorme Compañera, Enseñante e hija también.
Su Presencia fue Sutil como una caricia en forma de viento, que secaba contenedoramente las lágrimas de las ruborizadas mejillas… a medida que cada quién le obsequiábamos las más profundas Palabras de agradecimiento y reconocimiento.
Escucharle decir a JL, que le Hablaba a quien no era lo mismo que hubiese pasado por su Vida, al mismo tiempo que le Hablaba a quien Él sabía que Su Presencia no había sido lo mismo en la vida de Ella… era conmovedor, ya que ambas vidas marcaron y marcan la Enseñanza.
Escucharle a Marcela dedicarle un Escrito que se hizo perfume en el aire y que aún hoy perdura en ese mismo lugar… fue recibir la esencia misma de una relación que trascendió el vínculo familiar y se transformó en una Alianza inquebrantable entre Mitológicas Presencias.
Y todo Eso, ocurrió en minutos, que fueron eternos. Tan eternos como los 3 días que le habían diagnosticado a Oiga, pero que Ella Transformó en 7 años, de Pura Vida.
Gabriel Esteban Martínez